
A fuerza de trabajar atendiendo gente todos los días ejercité una infinita tolerancia y una paz interior digna de un buda. Y cuando digo “gente” en realidad quiero decir “mujeres” que, como todos sabemos, no son cualquier gente...
Gracias a las adolescentes irritables y menopáusicas alteradas que pasaron por el consultorio en estos cuatro años, la elongación de mi paciencia superó todo límite en un grand plié de quitar el hipo.
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Sin embargo ayer, cuando salía de la facu (23hs) bajo esa insistente lluvia que viene rompiendo los quinotos desde el viernes, mi flexible paciencia se distrajo con la tormenta y la rabia contenida se filtró en un grito:
ME REVIENTA QUE LA GENTE CON PARAGUAS CAMINE POR DEBAJO DE LOS TECHOS!! Y para colmo pretenden que uno, que paraguas no tiene y abrigo tampoco, se corra galantemente para dejarlos pasar! YO DE ACÁ NO ME MUEVO, CARAJO!!! Y ojalá que en la esquina te empape un bondi!
Ahí tenés, chupate esta mandarina!
Un cronopio se recibe de médico y abre un consultorio en la calle Santiago del Estero. En seguida viene un enfermo y le cuenta cómo hay cosas que le duelen y cómo de noche no duerme y de día no come.
- Compre un gran ramo de rosas - dice el cronopio.
El enfermo se retira sorprendido, pero compra el ramo y se cura instantáneamente. Lleno de gratitud acude al cronopio, y además de pagarle le obsequia, fino testimonio, un hermoso ramo de rosas. Apenas se ha ido, el cronopio cae enfermo, le duele por todos lados, de noche no duerme y de día no come.
El novio está en cama con la pata rota. Pensé en comprarle flores pero me arrepentí en el acto: la cursilería del gesto lo terminaría matando... mejor le llevo un chocolate.